domingo, 14 de abril de 2024

Los templarios y la Catedral de Santiago, en el más puro estilo "Pérez Reverte".





El templario peregrino - Santiago de  Compostela

En la Edad Media, la Orden del Temple y la catedral de Santiago de Compostela tenían propiedades en toda Galicia, a veces compartiendo territorios. Durante el proceso contra los templarios en la Corona de Castilla y León, el arzobispo Rodrigo de Padrón emergió como una figura prominente, siendo uno de los principales líderes del procedimiento.

El patrimonio territorial y la autoridad de la catedral de Santiago se remontan al descubrimiento del sepulcro atribuido al Apóstol Santiago en el siglo IX. Desde entonces, monarcas y nobles hicieron donaciones a la iglesia, todas meticulosamente registradas en los archivos catedralicios. Con el transcurso del tiempo, estas posesiones se ampliaron mediante diversas transacciones, incluyendo compras, ventas e intercambios. Durante el reinado de Diego Gelmírez, se especula que se realizó una distribución de estos bienes, jurisdicciones y rentas entre el obispo, quien luego ascendió a arzobispo, y los canónigos. Este proceso marcó un hito crucial en la consolidación del poder económico y territorial de la catedral.

Dentro del dominio territorial de la iglesia de Santiago, se encontraban condados, commissos, terrae e iglesias, entre otros espacios. Estos elementos contribuyeron a la formación de lo que se conoció como la "Tierra de Santiago", cuyas fronteras se extendían a lo largo de los ríos Ulla, Tambre e Iso, con el océano como límite occidental. Sin embargo, a lo largo de la Edad Media, se produjeron incorporaciones de nuevos territorios y cambios que ampliaron sus límites.

La fundación de la Orden del Temple ocurrió más tarde, alrededor del año 1119 en Tierra Santa, con el propósito de proteger y asistir a los peregrinos que viajaban a Jerusalén. Esta institución religiosa fue oficialmente reconocida en el Concilio de Troyes en enero de 1128. Durante la primera mitad del siglo XII, los templarios se expandieron por toda Europa, estableciéndose en diferentes reinos gracias a las donaciones que recibían. En la Península Ibérica, por ejemplo, la reina doña Teresa de Portugal les entregó propiedades en 1128, incluyendo el castillo de Soure. A lo largo de los años, recibieron concesiones de diversos monarcas, como el conde de Barcelona Ramón Berenguer III y el rey Alfonso I "el Batallador" de Aragón. Finalmente, en el reino de Castilla y León, las primeras concesiones fueron otorgadas en los años 1144 y 1146.


En la historia gallega, la presencia de la misteriosa Orden del Temple emerge como un enigma aún por descifrar hasta la segunda mitad del siglo XII. Al igual que los hilos de un tapiz medieval, sus propiedades en estas tierras se entrelazaban con donaciones generosas, transacciones comerciales y una red administrativa tejida con habilidad estratégica.

Las bailías templarias, como Faro, Coia, Lendo, Betanzos y otras, se dispersaban por el reino, dejando su huella en la tierra, especialmente en el norte de Galicia. Sin embargo, en los anales del tiempo, dos de estas bailías, Betanzos y Lendo, parecen desvanecerse misteriosamente de la documentación durante el turbulento proceso contra los templarios en la Corona de Castilla y León.

La desaparición de la bailía de Betanzos se entreteje con intrigantes intercambios de propiedades entre los templarios y el rey Alfonso X el Sabio en 1255, pero el velo del misterio cubre el destino de la bailía de Lendo, cuyo final permanece en la penumbra de la historia, oculto entre las sombras del tiempo.


En el enigmático cruce de caminos entre la Orden del Temple y la venerable catedral de Santiago de Compostela, nos enfrentamos a un misterio envuelto en la bruma del tiempo y la escasez de documentos. Aunque las fuentes que vinculan estas dos instituciones religiosas durante la existencia de la Orden son escasas, encontramos algunas referencias dispersas que arrojan luz sobre su conexión en la segunda mitad del siglo XIV.

Un ligero rastro se vislumbra en documentos del siglo XII, donde el rey leonés Fernando II deja entrever un intrigante intercambio: en 1163 dona la ciudad de Coria a la iglesia de Santiago, pero apenas cinco años después, en 1168, la urbe extremeña cambia de manos en un enigmático trueque por las iglesias de Caldas de Cuntis. Coria pasa así a manos de los templarios, en una concesión que despierta más preguntas que respuestas.

Sin embargo, este vestigio indirecto es todo lo que queda, ya que los registros de las bailías templarias gallegas se han perdido en las brumas del tiempo. Incluso en el Archivo-Biblioteca de la catedral compostelana, donde podríamos esperar encontrar algún indicio, no se ha hallado ningún documento que arroje luz sobre la presencia de esta orden religioso-militar antes de su misteriosa disolución en el año 1312. Ni siquiera en las bulas enviadas por el papa Clemente V durante el proceso contra el Temple se encuentra rastro alguno.

A pesar de los avatares sufridos por el archivo catedralicio compostelano a lo largo de los siglos, desde incendios hasta robos, la ausencia específica de documentos relacionados con esta enigmática orden militar no pasa desapercibida, dejándonos con más preguntas que respuestas en este intrigante capítulo de la historia medieval.

Este enigma se hace aún másintrigante al considerar las interacciones documentadas entre los templarios y otras instituciones religiosas gallegas. Por ejemplo, los monasterios de Sobrado dos Monxes, Ferreira de Pallares y Oseira, así como la Catedral de Lugo, mantuvieron pleitos, firmaron concordias y realizaron compraventas de diversos bienes con la Orden del Temple. Estas transacciones y disputas evidencian una relación activa y tangible entre los templarios y otras entidades eclesiásticas en Galicia.

Resulta, por tanto, aún más curioso que no se haya encontrado ninguna interacción documentada entre la iglesia de Santiago y la Orden del Temple. ¿Acaso existió una relación secreta o simplemente no se ha preservado en los registros históricos? La ausencia de evidencia plantea interrogantes fascinantes sobre la verdadera naturaleza de las conexiones entre estas dos poderosas instituciones en la historia medieval gallega.

En el vasto tesoro del Archivo Histórico Nacional, dentro de la Sección de Órdenes Militares, se encuentra un conjunto de documentos que arrojan luz sobre el intrigante proceso contra los templarios en la Corona de Castilla y León. En estas páginas amarillentas, se despliega el relevante papel desempeñado por el arzobispo compostelano, Rodrigo de Padrón, cuyo nombre resuena como una campana en la penumbra del pasado.

Entre estos documentos, destacan las bulas papales expedidas por Clemente V el 12 de agosto de 1308, que delinean las directrices a seguir durante la investigación de los cargos imputados a los templarios. El sumo pontífice ordenó la incautación de todos los bienes de la orden, que pasaron a ser administrados por los arzobispos de Toledo y Santiago, así como los obispos de Palencia y Lisboa, principales artífices del procedimiento.

Sin embargo, la magnitud del patrimonio templario era un misterio, y Clemente V instó a los mencionados prelados a llevar a cabo una exhaustiva investigación en sus respectivos territorios, seguida de la elaboración de inventarios detallados de todas las propiedades de la orden. Aunque algunos de estos documentos sobreviven, en su mayoría provenientes de la provincia eclesiástica de Toledo, no se ha encontrado ningún registro similar en territorio gallego. ¿Por qué esta ausencia? ¿Acaso nunca se llevaron a cabo tales investigaciones, o simplemente se han perdido en las brumas del tiempo?

Además, entre estos fascinantes pergaminos, se encuentra una citación emitida por el arzobispo compostelano Rodrigo de Padrón el 3 de abril de 1310, convocando a los templarios en Medina del Campo. Este encuentro, grabado en la memoria de la historia, arroja destellos de luz sobre un capítulo oscuro y enigmático en la saga de la Orden del Temple.


Ante el enigma de la ausencia de documentos templarios en el territorio gallego, surge una pregunta intrigante: ¿Por qué los registros conservados en el Archivo Histórico Nacional parecen originarse principalmente en la catedral de Toledo? ¿Acaso la capital castellana tenía un papel más prominente en el proceso contra los templarios que la propia Galicia?

Una teoría sugerente se despliega ante nuestros ojos: es posible que el arzobispo compostelano, al expedir la citación para comparecer en Medina del Campo, haya enviado una copia a su homólogo toledano. ¿Podría esto explicar por qué encontramos este documento entre los archivos de Toledo? ¿Fue este gesto una muestra de colaboración entre las dos prominentes sedes eclesiásticas, o más bien una mera formalidad protocolaria?

Y mientras las sombras del tiempo oscurecen gran parte del legado templario tras su disolución en 1312, un testimonio emerge como un destello en la penumbra histórica. El monarca castellano-leonés, Enrique II, otorga una donación al cabildo catedralicio en 1371, transfiriendo todas las heredades, rentas y derechos que anteriormente pertenecieron a la Orden del Temple en Tierra de Salnes, Moraña y el Coto de Arcos de Condesa. ¿Qué secretos guardaban estas tierras templarias? ¿Qué destino les deparaba bajo la nueva merced del monarca?

En este intrincado tapiz de la historia medieval, cada pieza hallada arroja más interrogantes que respuestas, y nos invita a adentrarnos en los enigmas y misterios de un pasado fascinante y evocador.


Así, hacia finales del siglo XIV, la iglesia de Santiago de Compostela hereda antiguas posesiones templarias ubicadas en la Comarca do Salnés, dentro de los límites de su archidiócesis. Con estos preciados bienes en su poder, el cabildo compostelano toma la decisión de crear una nueva tenencia, una unidad administrativa compuesta por diversos activos bajo la autoridad de un canónigo, conocida como la Tença do Temple. Este nombre evoca claramente a los antiguos dueños de estas tierras y propiedades templarias.

Sin embargo, este breve capítulo en la historia administrativa de la iglesia compostelana parece destinado a ser efímero. A pesar de su breve existencia, la Tença do Temple deja una marca en los registros históricos. A finales del siglo XV, en los Libros de Tenencias, ya no se hace mención alguna a esta circunscripción. ¿Qué acontecimientos llevaron al rápido ocaso de esta entidad administrativa? ¿Fue absorbida por otras estructuras eclesiásticas o desapareció en la bruma del tiempo, dejando tras de sí solo vestigios en los anales de la historia local?

En los intrincados laberintos de la historia medieval gallega, se despliegan ante nosotros las sombras del pasado, tejiendo una red de intrigas y secretos que aún aguardan ser desvelados. Entre estas telarañas de misterio, las propiedades templarias en la archidiócesis compostelana ocupan un lugar destacado. Dentro de esta vasta jurisdicción eclesiástica, las bailías de Lendo, Betanzos y Faro se alzaban como guardianas de antiguos privilegios y derechos, administrando pequeñas parcelas de tierras agrícolas bajo su manto protector.

Pero es en el corazón de la ría de A Coruña donde la historia revela uno de sus más enigmáticos enigmas. En las orillas de este majestuoso estuario, dos villas con distintos señoríos coexistían en una danza de poder y misterio. En la orilla izquierda, O Burgo de Faro Vello, antigua posesión de la iglesia compostelana; en la orilla derecha, emergiendo como un fénix de las profundidades del tiempo, se alzaba O Burgo de Faro Novo, cuyo destino se entrelazaba con el de la Bailía de Faro, recién establecida por los templarios.

Los primeros pasos de esta danza histórica los dio la catedral compostelana, que desde tiempos inmemoriales había extendido su influencia sobre estas tierras. Documentos del siglo XII revelan la concesión de tierras por parte de los monarcas de la época, como el Commiso de Faro otorgado por Vermudo II en el año 991, o la porción del Burgi de Faro concedida por Fernando II en 1161. Pero es en este crisol de historia y leyenda donde los templarios dejan su huella. En 1181, una misteriosa referencia al "Burgum Fari Templi" nos sumerge en la neblina del pasado, sugiriendo la presencia temprana de la Orden en este enclave estratégico.

Pero el verdadero misterio se despliega en el año 1200, cuando los documentos nos hablan de "in burgo de Faro novo", indicando que la villa ya había cobrado vida propia, tejiendo sus propios secretos en los oscuros callejones de la historia. ¿Qué acontecimientos ocultos se desplegaron en estas tierras, habitadas por las sombras de dos villas rivales y el misterioso poder de los templarios? En los confines de la memoria histórica, las respuestas aguardan, como tesoros enterrados en las profundidades del tiempo, ansiosas por ser desveladas por los intrépidos buscadores de la verdad.

En el intrincado tapiz de la historia, cada palabra escrita se convierte en un enigma por descifrar, un puzle cuyas piezas se entrelazan en un juego de luces y sombras. En el caso del mencionado decreto de 1161, una intrigante referencia nos sumerge en un mar de conjeturas y teorías.

La mención de un nuevo puerto en el recién erigido Burgo de Faro, atribuido a aquellos "menos sabios y no amigos de la iglesia", plantea una serie de interrogantes sobre su origen y propósito. ¿Acaso este puerto fue erigido por los templarios, con la intención de expandir sus redes comerciales en la región? Si bien no podemos descartar otras interpretaciones, esta hipótesis parece ganar terreno en la búsqueda de respuestas.

La expresión "minus sapientibus", ¿acaso se refiere a la catedral de Santiago? Parece improbable. Es más plausible que aluda a los intereses económicos en juego, especialmente los de la iglesia compostelana, cuyas ganancias podrían haberse visto mermadas con la aparición de este nuevo puerto.

Además, la teoría sugerida por Carlos Estepa Díez nos invita a retroceder en el tiempo, aproximadamente veinte años, para entender el origen de una bailía documentada. Si seguimos este razonamiento, la primera mención de la bailía en 1181 nos transporta al año 1161, lo que refuerza la posibilidad de una conexión entre los templarios y la construcción del puerto.

Sin embargo, como en toda buena historia, los giros inesperados no tardan en aparecer. A principios del siglo XIII, el rey Alfonso IX decide fundar una villa en Crunia, a las puertas de la ría. Con este movimiento estratégico, busca consolidar un nuevo núcleo urbano, desplazando los poderes establecidos en el Burgo de Faro hacia este nuevo enclave. La catedral de Santiago, entre otros, acepta esta propuesta con una condición: si la nueva villa fracasa, recuperará sus derechos y posesiones en el antiguo Burgo de Faro Vello.

Este relato histórico, marcado por intrigas y decisiones políticas, nos sumerge en un viaje a través de los laberintos del poder y la ambición, donde cada paso revela nuevas capas de significado y cada palabra escrita encierra un secreto por descubrir.

En cambio, Alfonso IX optó por adquirir los derechos sobre algunas de las posesiones de la orden en este enclave estratégico.

Los detalles de esta transacción se pierden en las brumas del tiempo, ya que el documento de venta que lo registraba no ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, registros posteriores arrojan luz sobre este intrigante episodio. En el año 1235, Fernando III el Santo, alarmado por las quejas de las infantas Sancha y Dulce sobre la construcción templaria del nuevo Burgo de Faro, envía una carta al comendador de la Bailía de Faro, solicitando el desmantelamiento de la villa en cuestión.

A pesar de esta solicitud inicial, parece que los templarios hicieron caso omiso a la orden real. En ese mismo año, el monarca vuelve a instarles a destruir el núcleo urbano, amenazando con enviar a los alcaldes coruñeses para deshacer todo lo construido después de la adquisición de su padre. Sin embargo, esta petición también fue ignorada, como demuestra un nuevo intento de demolición en 1286 por parte de Sancho IV.

Finalmente, tras la disolución de la Orden del Temple en 1312, la Bailía de Faro y el Burgo de Faro entraron en un lento declive. Este episodio, marcado por conflictos y desafíos, ofrece una ventana única hacia el pasado, donde las intrigas políticas y las ambiciones de poder se entrelazan en una danza eterna de triunfos y tragedias. En las ruinas de Faro, perdura el eco de una época en la que los destinos de reyes y caballeros se entrelazaban en un tejido de historia y leyenda.

En el vasto territorio de la "Tierra de Santiago", se observa un curioso vacío de bailías templarias, como podemos apreciar en el mapa adjunto. Sin embargo, este aparente silencio administrativo no descarta la presencia de los templarios en la región. Es posible que la orden haya poseído algunas propiedades dispersas, conformadas por pequeñas unidades de tierra destinadas a la producción agrícola.

Además, un intrigante hallazgo en el Libro Antiguo de Tenencias del Cabildo Compostelano, datado en 1352 y custodiado en el Archivo-Biblioteca catedralicio, arroja luz sobre este enigma. En este documento se menciona una casa habitada por Elvira Pérez, que actualmente es residencia de Pedro González, correo, y su esposa Catalina. Esta casa, ubicada en el cruce de la Rua do Canal, posee dos medianeras que alguna vez pertenecieron a la Orden del Temple.

Este fragmento nos transporta a las estrechas callejuelas de la historia, donde cada piedra guarda secretos milenarios. La propiedad pertenecía a l Tenencia de la Carcazia, cuya ubicación exacta, ya sea en Santiago de Compostela o en Padrón, aún es motivo de debate entre los historiadores. Sin embargo, lo que sí está claro es el peso de este enclave en la historia de la región.

Un aspecto igualmente fascinante es el papel desempeñado por la Orden del Temple durante la primera mitad del siglo XII, cuando los papas les otorgaron tres importantes comunicaciones. La primera de ellas, la Omne datum optimum, emitida por Inocencio II en 1139, les confirió una serie de privilegios, incluido el derecho a tener sus propios sacerdotes, estableciendo así una relación directa con el Sumo Pontífice.

La bula Milites Templi, promulgada por Celestino II en 1144, ordenaba al clero proteger al Temple y a los fieles contribuir a su causa. Por su parte, la tercera comunicación, Militia Dei, expedida por Eugenio III al año siguiente, autorizaba a los templarios a cobrar diezmos y a establecer sus propios cementerios e iglesias. Estos privilegios, aunque otorgados por el Papa, no fueron bien recibidos por muchos prelados, ya que competían directamente con sus propios poderes y prerrogativas.

Es posible que esta situación haya influido en la reticencia del arzobispo y el cabildo compostelano a permitir la presencia de la orden religiosa-militar en la "Tierra de Santiago". De hecho, un documento del año 1244 revela que el obispo de Lugo tuvo enfrentamientos con los templarios asentados en su territorio debido a los privilegios y derechos a los diezmos que poseían ambas instituciones. Este conflicto finalizó con la firma de una concordia, aunque las tensiones persistieron durante mucho tiempo.

Así, en este complejo entramado de privilegios, poderes y rivalidades, se entreteje la historia de una época marcada por la lucha por el dominio espiritual y temporal en las tierras gallegas.

En este oscuro escenario de intrigas y poder, emerge la figura del arzobispo compostelano Rodrigo de Padrón, un hombre cuyo papel en la historia ha sido eclipsado en gran medida por las imponentes figuras de Diego Gelmírez y Berenguel de Landoira.

Rodrigo de Padrón, una pieza clave en los enredos de la Corona de Castilla y León a principios del siglo XIV, desplegó una labor de coordinación y, en ocasiones, de arbitraje durante la minoría de edad del joven rey Alfonso XI. En un período turbulento, marcado por las luchas por la regencia entre los parientes del monarca, el arzobispo logró sofocar las tensiones nobiliarias que amenazaban las propiedades y privilegios de la catedral.

Su participación en el proceso contra los templarios no se limitó a un mero papel nominal. Cumpliendo con las órdenes del Papa, el 8 de abril de 1310 emitió un documento convocando a los templarios castellano-leoneses a comparecer el 27 de ese mismo mes en Medina del Campo. En este documento se incluía un detallado listado de los templarios del territorio de la corona, indicando además a qué unidad administrativa pertenecían. Esto nos lleva a preguntarnos si el arzobispo realizó previamente una investigación exhaustiva para recopilar esta información.

Posteriormente, Rodrigo de Padrón organizó el concilio provincial que se llevó a cabo en Salamanca el 21 de octubre de 1310. A este importante encuentro asistieron obispos de diversas diócesis, desde Zamora hasta León, e incluso representantes portugueses de Lisboa y Guarda. Todos estos prelados, en un unánime veredicto, fallaron a favor de la Orden del Temple, considerándola inocente de los cargos que se le imputaban. Aunque las actas de este crucial sínodo se han perdido en el transcurso del tiempo, su veredicto ha sido preservado en la memoria histórica a través de noticias posteriores.

Rodrigo de Padrón, en su incansable papel como actor histórico, no solo desplegó su influencia en los concilios locales, sino que también participó en eventos de trascendencia internacional. Uno de los hitos más destacados fue su asistencia al Concilio de Vienne en 1312, donde Clemente V emitió las bulas Vox in excelso y Ad providam vacarii Christi, disolviendo la Orden del Temple y transfiriendo sus bienes a la Orden de San Juan de Jerusalén, con excepción de aquellas propiedades situadas en los reinos hispánicos, cuyo destino quedó pendiente de decisiones pontificias posteriores.

Esta situación generó un complejo escenario político en la corona castellano-leonesa, marcado por la minoría de edad del rey Alfonso XI y una lucha entre la nobleza y la familia real por el control de la regencia, donde Rodrigo de Padrón se erigió como un árbitro crucial.

Sin embargo, el continuo silencio y la falta de respuesta por parte de la corona castellano-leonesa frente a las cartas del Papa llevaron a Juan XXII a tomar medidas firmes. El 14 de marzo de 1319, promulgó la bula Inter cetera mundi, en la que cedía los bienes templarios en Castilla y León a la Orden de San Juan de Jerusalén.

Ante esta determinación papal, los dirigentes hospitalarios instaron al monarca a cumplir con los mandatos pontificios. Alfonso XI, en acuerdo con sus regentes, ordenó la traducción al romance del documento papal y dispuso que las antiguas posesiones templarias fuesen transferidas a la Orden de San Juan de Jerusalén, manteniendo la corona el señorío real, la jurisdicción, la justicia y los derechos previos en esos dominios, tal como estaban cuando pertenecían a la desaparecida orden religiosa.

La sucesión de Rodrigo de Padrón en la mitra de Santiago trae consigo la llegada de Berenguel de Landoira en 1317, designado por el Papa Juan XXII y vinculado estrechamente en amistad con su predecesor. Sin embargo, la trama se complica aún más con la figura de Berenguel, especialmente en lo que respecta al espinoso asunto de la adquisición de los bienes templarios por parte de los sanjuanistas.

Resulta llamativo que, a pesar de la documentación conservada en otras instituciones, el Papa en ciertas ocasiones haya confiado en Berenguel para resolver los conflictos que el Hospital tenía al intentar obtener el control de las propiedades de la Orden del Temple.

En un intrigante giro de los acontecimientos, el sumo pontífice envía el 1 de mayo de 1320 una serie de cartas a los líderes de las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, desestimando sus quejas y ordenándoles entregar los bienes templarios en su posesión a los sanjuanistas. En estas comunicaciones, también instruye al arzobispo de Santiago y a los obispos de Tui y Córdoba para que declaren excomulgados y sujetos a otras penas a quienes se resistieran a cumplir con esta orden papal.


En este breve análisis, nos encontramos ante un misterio histórico que despierta la curiosidad de cualquier investigador avezado. ¿Cómo es posible que en medio del esplendor del Temple y la magnificencia de la iglesia compostelana haya un vacío documental tan notable?

Nos sumergimos en un mundo de intrigas feudales y disputas de poder entre dos instituciones poderosas, donde cada pergamino es un tesoro por descubrir. ¿Hubo acaso conflictos encubiertos entre la Orden del Temple y la catedral de Santiago, o es simplemente un silencio cargado de significado?

La escasez de propiedades templarias en la Tierra de Santiago nos invita a reflexionar sobre las relaciones de poder en la Edad Media, donde la fe y la política se entrelazaban en un complejo tapiz de intereses.

Este artículo no pretende ser la última palabra, sino el inicio de una apasionante investigación que nos llevará a desentrañar los enigmas ocultos tras los muros de piedra y los pergaminos antiguos.

BARQUERO GOÑI, Carlos, «El conflicto por los bienes templarios en Castilla y la Orden de San Juan», En la España Medieval, nº16, 1993, pp. 37-54.

BOUZON CUSTODIO, Almudena, «Las donaciones reales: El uso político de los bienes de la Orden del Temple en el siglo XIV», Roda da Fortuna: Revista Electrônica sobre Antiguidade e Medievo, 2017 1-1, pp. 185-209. ( Recomendamos todas sus investigaciones)

FITA, Fidel, «Coria compostelana y templaria», Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. 61, 1912, pp. 346 — 351.

PICALLO FUENTES, Héctor, «Documentos para a historia da Orde do Temple nas

comarcas de Moraña, O Salnés e o Couto de Arcos da Condesa», Boletín de Estudios

de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria de Galicia, nº2, 2003, pp. 349-353.

REY CAIÑA, José A. y RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Carlos, «Benedictinos y Templarios

en Guntín (S. IX-XVI)», Actas de II Coloquio Galiaco-Minhotol, vol. I, 1985, pp. 233-

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REY CAIÑA, José Ángel, «Los Templarios en tierras de Lugo», Coloquio Galaico-

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REY SOUTO, Javier A., «Los templarios y el Cabildo de Santiago: a Tenza do Temple»,

Las Ordenes Militares en la Península Ibérica, Universidad de Castilla y la Mancha,

Cuenca, 2000, vol. I, pp. 755-767.


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viernes, 12 de abril de 2024

Explorando las Raíces Templarias en Ourense: Un Viaje al Pasado Medieval


Adentrémonos juntos en el fascinante mundo medieval de la provincia de Orense y descubramos los orígenes del asentamiento templario en esta provincia llena de historia y misterio.

1. Los Inicios: Siglo XII

    Nos trasladamos al siglo XII, una época donde los célebres caballeros templarios, liderados por don Xerardo, recibieron el encargo de establecerse en estas tierras ourensanas. Su noble misión era la construcción de un hospital en Portela, ubicado en el Concello de Verea, un territorio montañoso que se alza majestuoso, superando con frecuencia los mil metros de altura y ofreciendo paisajes de una belleza que presagia la grandeza del Parque Natural de Peneda Xerés. La zona, conocida por ser parte del "Camino Portugués" de Celanova, una antigua vía romana de carácter secundario que se adentra en el municipio por el alto de "O Vieiro", ha sido siempre tierra de paso. Peregrinos portugueses se dirigían hacia Santiago aprovechando esta antigua calzada romana. Su número, considerable en aquel entonces, llevó al abad de Celanova y al prior de los Templarios de Veiga a proyectar la construcción conjunta de un hospital para los peregrinos que buscaban ganar el jubileo en Santiago.



    La colaboración entre el venerable monasterio de Celanova y los caballeros templarios constituye un hito trascendental en la crónica de la presencia de la Orden del Temple en la región gallega. No es menester recalcar la magnitud histórica de este acuerdo, pues estamos ante uno de los cenobios más prestigiosos de la época en Galicia. La formalización de este pacto, acontecida el memorable 15 de septiembre de 1142, marca el inicio de una empresa de profunda significancia, cuyo propósito, aún envuelto en el velo del misterio, ha suscitado la intriga tanto de eruditos de la historia como de apasionados del pasado.



El legado templario, imperecedero en los anales de Ourense, se erige a lo largo de los siglos como un testimonio elocuente de la colaboración entre el monasterio de Celanova y la Orden del Temple. Documentos fechados en el año de gracia de 1451 revelan las generosas donaciones del respetado abad celanovés a la venerable capilla de Santa Catalina, incluyendo predios y edificaciones que en otro tiempo fueron parte del patrimonio templario. Asimismo, personalidades destacadas como Fernando Oduáriz de Tamallancos, cuya vinculación con la Orden del Temple se atestigua en sus magnánimas contribuciones de cabalgaduras y armamentos a instituciones eclesiásticas en el año de nuestro Señor de 1169, han dejado una impronta indeleble en la historia regional.



La confirmación oficial de la presencia templaria en Ourense en el año de gracia de 1183, mediante el reconocimiento pontificio de las donaciones a la Iglesia de Ourense, constituye un hito trascendental en la historia de la región. En dicho documento se hace mención explícita a los hospitalarios, templarios, santiaguistas y sepulturistas, lo que consolida de manera irrefutable la arraigada presencia de las Órdenes Internacionales en la diócesis, afirmando así su legado imperecedero en el devenir histórico de la localidad.

La crónica templaria en Ourense es, sin lugar a dudas, un testimonio elocuente de valentía, compromiso y trascendencia histórica. Aunque ciertos aspectos aún yacen envueltos en el misterio, como el destino final del hospital templario, la impronta dejada por esta orden militar en el tejido histórico y cultural de la región es innegable.

2. Siglo XIII

Además de la mencionada casa en San Paio de Veiga, en el año 1211, se registra un significativo acontecimiento relacionado con la Orden del Temple y su relación con la corona. Alfonso IX, quien previamente les había desposeído de la mayor parte de los bienes donados por sus predecesores, especialmente Fernando II, en las Cortes de 1188, argumentando una supuesta generosidad excesiva al ceder propiedades reales, decide restituirles una serie de lugares. Entre ellos se encuentran Alcañices, Ponferrada, entre otros, así como en Limia, todo cuanto poseían, que legítimamente les pertenecía; esta concesión se materializa tras la retirada de la demanda que la Orden tenía interpuesta.

Por otro lado, es pertinente contextualizar el arrendamiento de un monte, práctica habitual en instituciones monásticas, dentro del propósito de despejar tierras hasta entonces yermas, con el objetivo de ampliar la extensión de tierras cultivables de la entidad arrendataria.



Es menester destacar que en este momento ya está formalmente establecida la encomienda de Amoeiro, ubicada en la parroquia de Santa María, que formaba parte del territorio de Castilla y que en los albores del siglo XII era conocida como Amorarium. En este contexto, resulta relevante señalar la existencia en esta localidad del arroyo de los Frailes y el puente de los Frailes, referencias que evocan la presencia religiosa, aunque no se puede afirmar con certeza si se refieren a los templarios, dado que en este municipio también existió el monasterio de Bóveda y posteriormente una granja perteneciente a Oseira. Asimismo, se registra la presencia de un castillo en la zona.



Resulta fascinante adentrarnos en los intrincados entresijos de la jurisdicción de Amoeiro y los eventos que marcaron la interacción entre los templarios y otras instituciones de la época. En este sentido, la jurisdicción de Amoeiro abarcaba un territorio que comprendía las parroquias de Amoeiro, Cornoces y Trasalba, dentro del actual municipio, así como las de Barrán, Castrelo y Sobreira, que se encontraban fuera de sus límites.



En el año 1241, específicamente en el mes de marzo, se celebra un acuerdo trascendental con el monasterio de Oseira, relativo a diversas propiedades en la región de Bergantiños. En esta ocasión, los templarios ceden al monasterio ciertos bienes y partes de iglesias y molinos en la tierra de Lalín, así como un casal en Val, que estaba en posesión de Juan Sánchez del Temple. Este casal, con una renta anual de 100 sueldos, pasaría a ser administrado por el monasterio a partir de entonces, si bien Juan Sánchez tendría el derecho a disfrutar de él mientras viviera, con la estipulación de que, a su fallecimiento, pasara sin impedimento alguno a manos de Oseira.



Un documento fechado en junio de 1245 arroja luz sobre otro aspecto relevante de la presencia templaria en la zona, cuando fray Juan, actuando por orden del abad de Oseira, arrienda tres huertas en Ribadavia a Juan Pérez y su esposa. Uno de estos terrenos colindaba con el "sautum" de Martín Nepto y la heredad del templo, evidenciando así la distribución de las propiedades en la localidad.

Además, en un documento datado en marzo de 1252, se mencionan más bienes templarios en Ribadavia, donde fray Juan, en calidad de granjero de Oseira en la villa, lleva a cabo un intercambio con María Pérez de casas y viñas en el burgo de Ribadavia y sus alrededores. Es interesante destacar que una de las viñas cedidas por el monje estaba ubicada en las proximidades de la leprosería de la villa, entre la carretera y la viña de los hermanos del templo, lo cual arroja luz sobre la disposición geográfica de las posesiones templarias en la región. En la foto vemos un sepulcro templario, en la Iglesia de Santiago de Ribadavia:



En conclusión, estos documentos nos ofrecen una ventana única para comprender la distribución y gestión de las propiedades templarias en Ribadavia, revelando su cercanía con instituciones y comunidades locales, como la leprosería, y su papel en el tejido social y económico de la época.

En la comarca de Valdeorras, en San Miguel de Xagoaza, perteneciente al municipio de O Barco, los templarios también poseían propiedades. Como mencionamos anteriormente, teníamos la duda de si estas propiedades dependían de Amoeiro o de Ponferrada, dada la conexión de Valdeorras con El Bierzo. Dado que en los documentos no se mencionan a los templarios bercianos, seguimos el criterio de incluir todas estas posesiones en la bailía de Amoeiro (que, como veremos más adelante, administraba bienes en Trives).



En la historia documental de Xagoaza se nos brinda una visión fascinante de la presencia y actividad de los templarios en la zona. Un documento del mes de mayo de 1252 nos introduce a este panorama, donde el abad del monasterio de San Pedro de Montes, don Gonzalo, otorga un arriendo a Pedro Fernández de varias heredades en Xagoaza. En uno de los pasajes de este escrito se hace mención del monte de pandella, designado como parte del acuerdo, delimitado por la reguera y, curiosamente, por la propiedad de los frailes.

El rastro de la presencia templaria en la comarca de Valdeorras se refuerza con otro documento fechado el 15 de mayo de 1263, donde se detallan las transacciones de propiedades entre el abad del monasterio de Montes, don Bieito, y Pedro Johannis en Santa María da Hermida de Ribela, un lugar que aún busca ser localizado. El abad, en esta ocasión, concede a Pedro un bosque compartido con los frailes, ubicado en la peña del bosque, evidenciando así la interacción entre las propiedades templarias y otras instituciones de la época.

La sede templaria de Xagoaza, según indicios históricos, podría haberse ubicado en la iglesia de San Miguel, emplazada en el corazón de los cinco barrios que conformaban la villa y que, incluso en la actualidad, conserva vestigios románicos que nos conectan con su pasado templario.

Por otro lado, un documento del mes de mayo de 1279 arroja luz sobre nuevas interrogantes respecto a la presencia templaria en la región, cuando fray Juan Pérez, comendador de la Orden del Santo Sepulcro en Galicia, arrienda a P. Miguel la casa de Sarllo. Sin embargo, la incertidumbre persiste en cuanto a si esta propiedad perteneció en algún momento a los templarios, ya que el documento no está a nuestra disposición para un análisis detallado. Además, la localización exacta de Sarllo sigue siendo un misterio, aunque se presume que esté en la jurisdicción de Orcellón, que abarcaba diversas parroquias en los actuales municipios de San Cristovo de Cea, O Irixo, Boborás, Piñor, Carballiño, entre otros.



Del siglo XIII, sin fecha, son otros dos documentos generados por el monasterio de Montes en Tierras de Valdeorras. En uno de ellos se habla de las heredades del monasterio en Xagoaza, especificándose en una de las partes: "otra tierra sobre casa y sal al bosque de robles, que hace una medida y determina con la casa de los frailes y con tierra de los hijos de Domingo Pérez del Otero". Como en otros linderos se menciona al Hospital, estos frailes son, por tanto, como afirma Quintana Prieto, En Xagoaza, por tanto, conviven templarios y hospitalarios, que al parecer tuvieron aquí una pequeña encomienda.



En el otro documento se habla de los bienes de Montes en Sobradelo, parroquia del municipio de Carballeda. Aquí las propiedades templarias son más numerosas:
"Otro prado en la viñola, que hace dos medidas y determina con García Rodríguez heredad de los frailes y con los escuderos. Otro en la fuente pequeña, que hace tres medidas y determina con la heredad de los frailes. [...] Otro terreno en la ladera, que hace cinco medidas y determina con los Frailes. [...] Otro terreno en el Bouciyon, que hace dos medidas y determina con los frailes..."

3. Siglo XIV

Adentrándonos en el siglo XIV, nos encontramos con un intrigante documento que otorga foros a la villa de Cehegín, en Murcia, por parte del Maestre Rodrigo Yáñez, acuerdo alcanzado en un Cabildo General celebrado en Zamora el 15 de mayo de 1307. Lo notable es la presencia de fray Sancho Alfonso, comendador de Moyero y de Coya, en este evento. Este detalle resulta significativo, ya que nos indica que, en este período, las encomiendas de Amoeiro y de Coia estaban fusionadas bajo la dirección de un único comendador. Este movimiento probablemente se originó en el deseo de centralizar la gestión de los recursos templarios, buscando así simplificar la burocracia asociada a su administración.



Un documento fechado el 10 de junio de 1307 nos ofrece un vistazo más detallado a la gestión de estas encomiendas. En este escrito, el comendador de Amoeiro y Coia, fray Sancho Alfonso, arrienda a Juan Pérez, herrero, a su esposa Marina Pérez, y posteriormente a su hija Mayor Pérez, un casal ubicado en Sobrado de Trives, en el lugar conocido como Barbeirón, sujeto a San Salvador de Sobrado. El arrendamiento estipula una renta que incluye 4 moios de pan, dos cuarterones de trigo, seis de centeno y dos moios de vino, así como derechos señoriales, como los 3 maravedís y medio de moneda blanca para la fiesta de San Martín, mandados por el rey Fernando IV. Además, se establece la condición de que quien resida en ese lugar sea vasallo del Temple, reafirmando así la vinculación feudal con la orden.



Este documento, en comparación con el foro de 1232, es notablemente más detallado y específico en sus disposiciones. Se detallan los tipos de cereales, las medidas de capacidad, la duración del contrato y los derechos señoriales exigidos. Además, se reitera la obligación de vasallaje hacia la Orden del Temple por parte de quienes habiten en dicho lugar, mostrando la firmeza de los lazos feudales en esta estructura administrativa templaria.

En Terras de Trives, los templarios administraban una serie de propiedades que eran gestionadas desde San Fiz de Trives, donde residía un caballero templario. En 1309, este caballero era fray Pedro Eanes, quien posteriormente, como veremos más adelante, estaba vinculado a esta bailía en 1310, cuando fueron convocados a Medina del Campo. Un hecho peculiar es que sabemos que este caballero tenía una criada llamada Eldara Pérez, a quien, el 15 de octubre de 1313, la abadesa de San Salvador de Sobrado de Trives arrienda un casal. Este documento es de particular interés porque no indica que fray Pedro hubiera abandonado el lugar, lo que sugiere que aún residía allí junto con su criada. De ser así, sería el primer templario cuyos movimientos podríamos seguir después de la disolución de la Orden.



La cantidad exacta de propiedades que los templarios poseían en Trives es desconocida. Sin embargo, en San Salvador tenían varias, ya que incluso en 1816, el prior del monasterio (en ese momento de hombres) estaba indagando sobre la demarcación del priorato, preguntándose si había pertenecido anteriormente a los templarios.

En 1394, específicamente el 8 de junio, el conde de Lemos, don Pedro, otorga a su hija Leonor, a su yerno Xoán de Nóvoa, y a los hijos de estos, los coutos de Molgas y San Vicente en Terra de Limia, y en Terra de Ourense, los coutos de Nogueiras, Amoeyro y Espineira, que anteriormente habían pertenecido a los templarios y que su tío, el rey Enrique II, le había otorgado. Identificar estos lugares no es tarea sencilla. Amoeyro corresponde a Amoeiro, la sede de la encomienda; Espineira posiblemente sea Espiñeira, una parroquia en el municipio de O Irixo. Respecto a Nogueiras, hay varios lugares con ese nombre en Terra de Ourense, en municipios como San Cristovo de Cea, Boborás, Ourense, Punxín y Leiro. Sin embargo, los dos últimos se encuentran cerca de la bailía de Amoeiro.



Al adentrarnos en el siglo XV, nos encontramos con un último vestigio que alude a la presencia templaria en la provincia de Ourense. Este documento hace referencia a los derechos de presentación de iglesias en la Dignidad de Búbal, y aunque data de mediados del siglo XV, se cree que es una copia retocada de un registro catedralicio anterior. ¿Por qué esta percepción? Emilio Duro Peña sugiere que al referirse a las iglesias de Amoeiro, Sobreira y Arbor, se menciona "he da orden do Tenple de apresentar". La identificación de Amoeiro es clara, mientras que Sobreira corresponde a San Xoán de Sobreira en Vilamarín, y Arbor es un lugar en la parroquia de Sobreira, posiblemente Arbor da Igrexa, que presumiblemente tenía una iglesia de origen medieval.

Además, Otero Pedrayo indica que algunos documentos de la Orden del Hospital, conservados en el Archivo Histórico Provincial de Ourense, hacen referencia en los encabezamientos a bienes que originalmente pertenecieron al Temple, aunque no se detallan específicamente. Ahora, exploremos algunas interpretaciones de distintos autores acerca del dominio ejercido por la Orden del Temple sobre lugares que no están documentados en los registros mencionados.

Algunos sostienen que la iglesia de Santa Mariña de Augas Santas en Allariz, conocida por su santuario, fue propiedad de los templarios. Una referencia temprana data de un libro anterior a 1728, donde se mencionan escudos en la Puerta y Presbiterio, similares a los usados por los Templarios, y se especula que estos caballeros religiosos tuvieron presencia en el lugar. Tras la disolución de la Orden, la iglesia pasó al Patronato Real. Otros autores sugieren que inicialmente perteneció a los Canónigos Regulares de Santo Agustín, antes de pasar a manos de los templarios, quienes contribuyeron a la construcción de la fábrica actual. Posteriormente, tras pasar por manos reales, fue entregada al monasterio de Celanova. Existen también opiniones que sugieren que la estructura templaria se encuentra sobre la cripta de la santa.

Estas interpretaciones, aunque divergentes en algunos aspectos, nos ofrecen una visión fascinante de la compleja historia de la presencia templaria en la región de Ourense, revelando la persistencia de su legado en los siglos posteriores a su disolución.

Para las Tierras de Trives y Valdeorras, se afirma que la casa rectoral de Santa María de Cesuris, con todo el monte que la rodeaba, en el municipio de Manzaneda, fue templaria.

En el lugar de Freiría, parroquia de San Juan de Barrio, en el municipio de Pobra de Trives, los templarios tendrían una edificación monacal sobre la que luego se construyó el actual pazo.


En San Salvador de Vilaza, en el municipio de Monterrei, también en un camino de peregrinación a Compostela, existe la tradición de que existió un monasterio regentado por los cánones regulares de San Agustín y luego por los Templarios. La misma tradición está presente por la presencia templaria dominando la iglesia de Santiago de Albarellos, también en Monterrei, y en el lugar de Hospital, en la parroquia de Osoño, municipio de Vilardevós, donde también existió una encomienda de la Orden del Hospital.

Sobre otras dos iglesias también existe una abundante bibliografía que las relaciona con la Orden del Temple: Astureses y Moldes.

San Julián de Astureses, en el municipio de Boborás, parece haber pertenecido primero a los Templarios y luego, tras la desaparición de la Orden, fue incorporada a la Orden de San Juan. No vamos a hacer una descripción de la iglesia; solo mencionar que, aparte de varias cruces de tipo templario, se conserva una inscripción que dice:
OBIIT : FRAT : IOHES : PET :
DOUTEIRO : SUB : ERA :
M : CCC : XX: IIII: III: NO
NAS : AUGUSTI :
Este lugar, Outeiro, pertenece a la parroquia de Astureses.

Samuel Eiján contradice a Vázquez Núñez, ya que afirma que existe documentación que relaciona Astureses con la Orden del Santo Sepulcro, pero, dado que esta es del siglo XIII, es posible que la Orden del Santo Sepulcro ocupara el lugar después de la desaparición de los templarios.

En cuanto a Moldes, parroquia del municipio de Punxín, hay un documento de 1232 que la menciona. Sabemos que, en cualquier caso, el dominio sobre esta iglesia pasó luego a la Orden de San Juan, como indica un documento de 1233.

Finalmente, decir que el monte llamado da Santa, en San Pedro de Bentraces, parroquia del municipio de Coles, también perteneció a la Orden del Temple. Esta afirmación se confirma en un documento de 1311, donde se dice que la encomienda del Temple tenía derechos sobre las iglesias de Bentraces y Cela, parroquia también de Coles, y, así mismo, sobre la iglesia de San Fiz de Poulo, en el municipio de San Amaro.

Respecto a San Mamede de Moldes, también en el municipio de Boborás, la bibliografía es igualmente abundante. El lugar muestra que tuvo una construcción defensiva, y en el tímpano de la iglesia hay una cruz roja templaria.

También parece que perteneció al Temple la iglesia de San Andrés de Abelenda, en el municipio de Carballeda de Avia, que luego pasaría a la encomienda de Beade de la Orden de Malta.

Serían también templarias las iglesias de Santa María de Arcos, en el municipio de O Carballiño, San Cristovo de Regodeigón, la capilla de San Mauro, en el municipio de Arnoia (que sería posteriormente priorato de Celanova), Santa María de Lamas, municipio de Leiro, y San Xoán de Ourantes, en el municipio de Punxín. Sobre la iglesia de Santa María de Beade, en el municipio del mismo nombre, hay opiniones que la adjudican a los templarios, aunque después sería encomienda de la Orden de Malta. Lo cierto es que existe documentación anterior a la disolución de la Orden del Temple en la que se habla de la presencia de hospitalarios en Beade; así, el 22 de enero de 1287, frei Afonso Pérez Pereira, comendador de la bailía de Ribadavia, afora a Rodrigo Aras la heredad de Piñeiro, en Santa María de Beade, estipulándose en uno de los párrafos: Y cuando queráis vendimiar o segar, llamad a los frailes que estén en Santa María de Biade. Entre las testigos figura fray Domingo de Biade. Del documento no se deduce que existiera una encomienda, ni que tampoco la iglesia de Beade fuera de ellos, pero queda demostrada la presencia del Hospital en Beade, cosa que, por el momento, no ocurre con los templarios. Y ocurre lo mismo con la iglesia de San Juan de Ribadavia, que también se ha atribuido a los templarios, cuando ya desde 1214 aparece, en parte, en manos del Hospital.


Otros autores nos hablan de algunas posibles posesiones templarias en la Terra de Frieiras (concellos de A Gudiña y Mezquita). Tendrían la Casa Fuerte o Pousa de la Mezquita, con destacamento en Vila Vella de la Mezquita, la Torrecela en la Canda (en el Padornelo) y la Torrecela que está junto a Carracedo de la Gudiña. Junto a la Torre de la Mezquita habrían levantado la capilla de Nuestra Señora de las Nieves y también el santuario de Nuestra Señora de las Nieves en la confluencia de la Tuicia con el Tuela. Estas propiedades entrarían en la donación que Enrique II hizo a su sobrino Pedro Enríquez de Castro, hijo de don Fadrique, conde de Lemos, además de otras tierras.

Relaciones con otras instituciones

Aunque la bailía de Amoeiro estaba radicada en la diócesis de Ourense, una parte de la provincia pertenecía a la diócesis de Astorga.

Con el obispo ourensano no parece que tuvieran muchos problemas; solo el documento citado de 1183 que se refiere a los décimos puede dar a entender que pudiera existir alguna reticencia a la hora de pagarlos.

Ocurre lo contrario en el caso del prelado astorgano, que en repetidas ocasiones tiene que recurrir al Papa para que resuelva conflictos, tanto con los templarios como con otras órdenes religiosas, sobre diversas causas.

Aunque no podemos asegurar que los problemas de los templarios con el obispo de Astorga (que sí aparecen documentados claramente en lugares como Tábara, en la provincia de Zamora) pudieran referirse a lugares pertenecientes a la provincia de Ourense, concretamente a los arciprestados de Valdeorras, Robleda y Trives (también tenía la diócesis maragata el arciprestado de Quiroga, en Lugo), que coinciden con los partidos judiciales de Trives, Valdeorras y Viana do Bolo, vamos a citar a continuación los documentos que hablan de esta problemática

El 29 de marzo de 1206 el pontífice Inocencio III comisiona al decano, arcediano y a otro canónigo de Compostela para que obliguen a los religiosos cistercienses, cluniacenses, hospitalarios, templarios y de otras órdenes, residentes en el obispado de Astorga, a que paguen al cabildo catedralicio la porción que le corresponda de los testamentos que los favorezcan en dicho obispado.

Dos años después, el 8 de octubre de 1208, el mismo Papa comisiona al obispo de Oviedo y al arcipreste y chantre de León para que intervengan contra los hospitalarios, templarios y otros que en el obispado de Astorga amparan a los excomulgados, dándoles sepultura eclesiástica, cubriéndolos con sus mantos y otras insignias de las Órdenes, sin querer obedecer el interdicto, y que además cometen usuras y tratos prohibidos.

Por último, Honorio III comisiona, el 9 de enero de 1221, al obispo de Zamora, al deán de la misma catedral y al abad del monasterio de la Espina para que vean las quejas formuladas por el obispo de Astorga contra los comendadores y religiosos templarios, y de otras Órdenes, que se introducían en las iglesias pertenecientes a la dignidad episcopal, ponían en ellas capellanes a su antojo y cometían otros excesos e injurias contra los derechos del obispo. Les manda que escuchen a las partes y decidan lo que consideren justo, sin quitarles el derecho de apelación.

Con el monasterio de Oseira tampoco parecen haber tenido excesivos problemas, resolviendo mediante concordias, como la de 1241, las pequeñas disputas que tenían.

Deben haber sido buenas las relaciones con el monasterio de monjas de San Salvador de Sobrado de Trives, porque, en el documento citado del 2 de abril de 1309, por el cual la abadesa de Trives y el abad de Antealtares solicitaban un traslado de un convenio entre el rey Alfonso y los caballeros hijosdalgo de Caldelas referidos a derechos en iglesias y monasterios de Caldelas, Trives, Quiroga, etc., su procurador era precisamente fray Pedro Eanes.


Los templarios y la Catedral de Santiago, en el más puro estilo "Pérez Reverte".

En la Edad Media, la Orden del Temple y la catedral de Santiago de Compostela tenían propiedades en toda Galicia, a veces compartiendo terri...