Yo soy Bab al Mardum...



Este es un articulo que me encargaron para una revista que vería la luz en el año gastronómico. Al final dicha revista quedó en un sueño. Pero se convirtió en la introducción de mi libro sobre el Toledo Islamico que espero que pronto vea la luz.

YO SOY…LA MEZQUITA DEL CRISTO DE LA LUZ


 MERCEDES YZQUIERDO (Copyright, 2016)


Soy la Mezquita del Cristo de la Luz, o de Bab-al-Mardum. Salam  aleikum, forasteros, ahlan wa sahlan, ¡Sed bienvenidos a Toledo!


¿Sabéis que salvo las tierras del norte, España fue musulmana...? Pues precisamente en  aquellas tierras llamadas al-Andalus, Toledo rivalizó con Córdoba y Sevilla, apenas pasado un siglo de la invasión. Un poeta cantó: «Toledo está por encima de cuanto se dice de ella. Dios la ha adornado como a una novia, ciñendo en su cintura con un río parejo a la Vía Láctea y coronado su cabeza, con ramas como estrellas». Aquel Toledo musulmán, estuvo lleno de vergeles, en los que se recolectaban almendras y granadas. No lejos del puente de Alcántara, se situaba la famosa almunia, donde se alzó un pabellón que dejaba sin habla a sus visitantes, que fue conocido como «El salón de la Noria». Era una vasta extensión de agua en cuyo centro se alzaba un pabellón enorme de cristal, que sólo el soberano podía alcanzar con su barca. Al- Mamum, estaba orgulloso de aquella obra única en al-Andalus. Cuentan las crónicas árabes, que estaba hecho de cristales multicolores, y las juntas que los unían eran de oro puro. Según todos los árabes, era lo más bello de al-Andalus.


Traspasar la Puerta de Bab-al-Mardum, te lleva hasta mí y al corazón de la medina mejor conservada en Europa. Tulaytula (Toledo), es la única ciudad europea que tiene el honor de haber sido incluida en las Mil y Una Noches, junto a Bagdad, Basora, Damasco, Isfashan.... 


Y es que, aunque los árabes establecieron en Córdoba su nueva capital, hecho que, aunque restó importancia a Toledo, no la hizo perder su identidad, ya que siguió siendo la «Madīnat- al-Mulūk”» مدينة الملوك (Ciudad de los Reyes), que correspondía a la antigua denominación Urbs Regia.



 En cuanto a mí, humilde mezquita, diría que yo soy Basmala, hecha piedra y ladrillo. Y por eso el Sello de Alah, me protegió de guerras, rebeliones, sediciones, terremotos (como el de Lisboa de 1755), incendios, la Guerra de la Independencia, o la Guerra Civil Española; He sido testigo de las lágrimas, risas, y victorias de España; de las aventuras y desventuras de un califato, un reino de Taifas, otro cristiano y hasta de un Imperio. 

Sí  amigos, he visto pasar más de mil años de la Historia de España, desde este rincón del Barrio de la Santa Cruz, al norte de la medina andalusí. Este barrio dentro de la medina fue antaño, el de la clase más alta de la ciudad.  Esto era debido a que Bab al Mardum, era el acceso principal a la ciudad, como atestigua la calzada aparecida junto a mí, en la última campaña arqueológica.


Mi construcción tiene un papel simbólico muy importante, mi forma cubica al estar situada frente a una de las vías accesos principales a la ciudad y una de sus puertas, ejerce el papel de guardiana de la ciudad. Interpreto el mismo papel que el Templo de Jano, de forma cúbica en Roma. Cuyas puertas se cerraban en tiempos de paz.  La Puerta de Bab al Mardum y yo, conformamos un todo indisoluble. Y es que la puerta de una ciudad, así como el capítulo de un libro, son conocidos en el Islam, como bâb, y son el fin o el comienzo de un viaje.  Un viaje no sólo físico sino espiritual, de ahí que viajeros y puertas sean protegidos con talismanes como la Mano de Fátima u oratorios. En las madrasas sufís, se dice que cuando el hombre abre la puerta de su corazón, incrementa su visión. Y esto se denomina Mardum-i-dida-faza.



Sabed que  en mi construcción se utilizaron materiales vulgares, piedra granítica, ladrillo y aparejo de cajas de mampostería con encintados de ladrillo. Si observáis mi fachada podréis ver un texto realizado con ladrillos sometidos a una cocción oxidante. Este tipo de cocción les dio una particular tonalidad rojiza. Después de cocidos, los ladrillos fueron recortados para reproducir los caracteres de las letras. Esta sencilla inscripción, me convierte en una mezquita única en el mundo. No existe otra mezquita que tenga semejante epigrafía hecha a ladrillo en sus muros.  Dice el texto que  comienza con la Basmala, «En el Nombre de Alláh, el Clemente, el Misericordioso. Se hizo levantar esta mezquita Ahmad Ibn Hadidi, de su peculio, solicitando la recompensa ultraterrena de Alláh por ello. Y se terminó, con el auxilio de Alláh, bajo la dirección de Musa Ibn Aly, el arquitecto y de Saada, concluyéndose en Al Moharram del año noventa y trescientos ». Es decir, fui construida hacia el año 999, aunque  investigadores, como  Basilio Pavón, tienen  la hipótesis de que soy una mezquita emiral, en la que en el año 999, se ejecuta una importante reforma. Y un análisis de carbono 14 efectuado recientemente parece ser que da la razón a esta hipótesis de la existencia de una mezquita anterior, descartándose la existencia de un edificio visigodo en este lugar.


Cuenta una leyenda que en el año 1085, Alfonso VI pacta la entrega de la ciudad, con Al-Kadir, nieto de Al Mamum quien le acogió como exiliado en el enfrentamiento con su hermano Sancho. Su caballo se negó a avanzar, arrodillándose finalmente en el medio de la calle. Fue entonces cuando el rey distinguió una fuerte luz que salía de un muro del edificio. Era la imagen ocultada de un Cristo, cuya lámpara había permanecido encendida desde la entrada de los musulmanes a Toledo, allá por el año 711. El sitio exacto en que se arrodilló el caballo, es esa piedra blanca que ves en la calle. Pero lo cierto es que el nivel de la calle  medieval, está un metro por debajo de la actual. Y como os he dicho aquí no hubo templo visigodo donde poder ocultar un Cristo. Sin embargo ese «milagro», me convirtió en un importante centro de culto en Toledo.

Los años fueron pasando y ya en el año 1187, el arzobispo de Toledo, Gonzalo Pérez, me entregó a los Hospitalarios que me consagraron como iglesia bajo la advocación de la Santa Cruz. Resulta magistral la unión e integración que hizo esta Orden Militar, entre la mezquita y el ábside cristiano que añadieron para convertirme en Iglesia. Ya en el siglo XII, se crea un cementerio en mi exterior, que, en el siglo XV, se amplía en mi interior. Entonces yo era una parroquia muy importante.



Las pinturas de mi  interior pertenecen al siglo XIII, y guardan paralelismo con las que se conservan en San Román. Podéis contemplar un Maiestas Domini, del que se conserva el pantocrátor y el tetramorfo, así como diferentes santos, e incluso una  cenefa con inscripción árabe que hace referencia a Aláh, realizada por mudéjares (musulmanes en tierras cristianas).



 Formalmente soy un pequeño oratorio de unos 8 metros de lado que en el interior se divide por medio de cuatro columnas en nueve tramos, que forman una planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. Cada uno de estos 9 tramos se cubrió con una cúpula diferente de arcos cruzados, elevándose la central a mayor altura, a modo de linterna. Los fustes y capiteles son materiales reutilizados de época visigoda de otro edificio.



En mis muros externos, podéis observar la superposición de arcos enjarjados o el dovelado bicromo en blanco y rojo, y otros detalles que os recordarán a la mezquita  de Córdoba, así  como la planta.  Se dice de mí, no sin razón que soy una versión reducida de la Mezquita de Córdoba. Aunque nuestra tipología, nació en la región de Khorasan, con la Mezquita de Masjid-i.Tarikh en Balkh.



 Simbólicamente mis referencias son la octada, la eneada  y el cuadrado. En la tradición islámica son cien los nombres de Dios pero sólo 99 [1]se pueden conocer y pronunciar. Dentro de los 99 Hermosos Nombres de Alláh, «El Compasivo» es el más alto pronunciable. A través del ciclo de la respiración, el Compasivo respira y crea, manifiesta para disolver y renovar periódicamente el universo. La contracción y la expansión del cuadrado dan un ciclo completo de la Respiración del Compasivo  que da pie a mis diseños  geométricos islámicos. Es un modelo cosmológico que simboliza el ínter juego de las polaridades que manifiestan la forma. La octada y su representación a través de una red fractal, tiene su eco en mis cúpulas. Las variantes de la estrella de ocho puntas: en el esoterismo islámico, hacen referencia a los 4 profetas principales, y a los 4 ángeles mayores que sujetan el Trono de Dios. Y ahí tenemos que al exterior mi alzado es un cubo, que se vincula al simbolismo del Trono de Dios, el centro y la estabilidad. Sin olvidar su relación con el cubo de la Kaaba


En mi se conjuga la simbología mazdeista y budista procedente de Khorasan, pasada por el tamiz de las construcciones Omeyas que tenían una fuerte influencia bizantina. Si sumas a esto los conocimientos de las madrasas sufís andalusíes y  la influencia  visigoda e hispanorromana. El resultado me convierte en un verdadero anafe de alquimista, de conocimientos y culturas, donde parí el mudéjar toledano, del que me convertí en modelo. Pero al igual que la ciudad, entré en declive. De parroquia, pasé a ermita de barrio. Capas y capas de cal, y  casuchas, taparon mis muros y mi interior que se transformó en un lugar tétrico y oscuro. Hasta que en el S. XIX, la casualidad de una reforma, me devolvió la importancia que merecía. Los hombres me convirtieron en Monumento Nacional en el año 1900 y hasta el año 2010, no cesaron de curar las heridas del tiempo y el olvido. Ya  nadie pronuncia plegarias dentro de mis muros, ni recuerdan los símbolos y claves de mi geometría sagrada.
 


 Yo soy…Bab-al-Mardum, Mardum-i-dida-faza...un secreto que sólo puede ver el ojo del corazón.  Parecen susurrar mis ladrillos, sellados con la Basmala con la que los Maestros al-Banna, me bendijeron.

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